jueves, 31 de marzo de 2016

THIRST (2009)


¿Qué tal han ido esas vacaciones? ¿Habéis aprovechado para viajar, descansar o ver mucho cine de terror? Yo he tenido tiempo para todo y me he dado cuenta de que he visto más películas de las que pensaba, pero no puedo relajarme estos meses si quiero  conseguir el reto que me he propuesto en twitter. Ver 365 cintas en 2016 es muy difícil, así que  ¡a darlo todo! , jejeje.


Como sabréis, sobre todo los que me seguís en mi cuenta de twitter, estoy sufriendo una pequeña fiebre por el cine de terror asiático y es que cada película que descubro es una pequeña joya, de esas que dan mucho que pensar tras su visionado y que te dejan un mal cuerpo… Pues bien, para la vuelta de vacaciones os he traído una película de vampiros coreanos que me gustó bastante y que está  dirigida por el conocido director Chan-Wook Park.

Un sacerdote se somete a un experimento médico que sale mal y lo trasforma en un vampiro. Esto modificará sus hábitos de vida y sus necesidades, despertando en su interior un deseo irrefrenable por la mujer de su amigo con la que iniciará una tormentosa relación.

Chan-Wook Park es uno de los directores más destacados e importantes de Corea del Sur. Dio el salto al mercado internacional con la segunda parte de su trilogía de la venganza, Oldboy (2003), que cosechó numerosos premios entre los que destaca el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes o el premio a la mejor película en el Festival de Sitges. De momento sólo he visto la primera parte de esta trilogía, Sympathy for Mr. Vengeance (2002) y me ha parecido una absoluta maravilla, así que me tiemblan las piernas sólo de pensar en la experiencia tan alucinante que me espera con Oldboy. La película que hoy nos ocupa es la última que realizó en Corea antes de dar el salto al cine norteamericano con Stoker (2013), protagonizada por Nicole Kidman y Mia Wasikowska. Yo sólo os digo que después de ver estas dos películas pienso darle un repaso a toda la filmografía de Park de principio a fin, con cortos incluidos y todo, porque hacía tiempo que no me impresionaban tanto los guiones y la manera de filmar de un director.


La historia de cómo Chan-Wook Park concibió el guion de Thirst es un tanto curiosa ya que, según apuntaba en una entrevista que concedió tras su estreno, la historia le había venido a la cabeza hacía 10 años, incluyendo la famosa escena que aparece en la carátula. Sin embargo, aparcó la idea durante un tiempo porque no se le ocurría cómo desarrollar esta relación amorosa tan desgarradora y no fue hasta que cayó en sus manos la obra de Emilie Zola, Thérèse Rasquin, que decidió fusionar en su guion el libro y la historia de vampiros. Ya sabéis que me encanta descubrir este tipo de historias, cómo guionistas y directores encuentran la inspiración para sus películas. Creo que es algo mágico, nunca sabes dónde te puede estar esperando tu “musa”…
Estrictamente hablando, Thirst no es una película de terror, es la historia de un amor amargo y cruel protagonizada por un vampiro, que en su vida como humano fue sacerdote. Así que os podéis ir haciendo una idea del calvario y de los conflictos morales que le va a suponer a nuestro protagonista el tener que matar para alimentarse de sangre humana (buenísimo el sistema que usa para procurarse el alimento) o la lujuria incontrolable que siente por la mujer de su amigo, un sentimiento que no había experimentado anteriormente. Kang-ho Song interpreta perfectamente el tormento que soporta este sacerdote/vampiro, así como el amor y la pasión que siente por Tae-ju. El personaje al que da vida Song está construido de tal forma que desde el primer momento empatiza totalmente con el público. Un sacerdote tan bondadoso que se ofrece como voluntario para ser infectado con un nuevo virus que ha aparecido en África, para que así puedan probar en su cuerpo un medicamento experimental que hasta la fecha ha causado la muerte a todos los voluntarios, no puede caerle mal a nadie, ¿no? Y si además, esta prueba le provoca la muerte y convertirse en un vampiro durante el resto de su existencia, ya nos rendimos totalmente a sus pies, jejeje. En cualquier otra película, este personaje habría resultado extremadamente edulcorado, pero no en una impregnada con el estilo de Chan-Wook Park. La otra componente de este tándem amoroso y, que en muchas ocasiones eclipsa al mismísimo Song, está interpretada por Oh-bin Kim. Encarna a una pobre chica a la que su madrastra ha obligado a casarse con su hijo enfermo, a la que tratan como una esclava y que verá, en su clandestina relación con el sacerdote, una válvula de escape a su terrible vida.


La potencia visual con la que Chan-Wook Park nos deleita en esta película es espectacular, el contraste de colores, unas imágenes bellísimas, unos efectos especiales utilizados con maestría y en su justa medida, que no hacen más que potenciar el mensaje de esta historia de amor tan atípica. Y no os penséis que la sangre escasea, que va, hay pequeñas dosis de violencia extrema y sangre en abundancia como para satisfacer a los amantes del gore.
Y si tengo que ponerle algún pero a Thirst sería su excesiva duración, 2 horas y 13 minutos, que creo que se podría haber reducido recortando alguna escena pero, sinceramente, tampoco me molestó mucho porque la historia me enganchó en todo momento.

Tanto si os gustan los vampiros como si no, os recomiendo totalmente esta cinta porque creo que tiene todos los ingredientes de una gran experiencia cinéfila. No os dejéis engañar por su ritmo lento porque os estarán esperando algunas sorpresas, giro de guion incluido, y un final tan poético que os dejará con la boca abierta. Y no dejéis de disfrutar del arte de Chan-Wook Park porque es un verdadero regalo para las personas que, como yo, amamos el cine.