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lunes, 18 de diciembre de 2017

OPEN WATER 3: CAGE DIVE (2017)


Es bastante significativo ver lo ilusionada que me he enfrentado a todos los clásicos de mi maratón y lo poco que lo estaba con las películas de este año. ¿Habré elegido mal? Lo cierto es que con Wish Upon (2017) y con Cage Dive (2017) sabía, casi a ciencia cierta, que no iba a descubrir la joya del año, pero tampoco esperaba que casi ninguna me fuese a gustar. La única razón por la que decidí incluir la tercera pseudo-entrega de Open Water en mi visionado fue porque los chicos del podcast de Aguas Turbias, me preguntaron la semana pasada sí la había visto y no sé si sería porque conocen de sobra mi pasión por escualos cinematográficos o porque tienen pensada algún nuevo volumen de animales mortíferos en el que quieren que participe. Así que chicos, ¡¡ya estoy preparada!! jajaja.

Antes decía lo de pseudo-secuela porque tanto ésta, como la segunda parte de la trilogía, Open Water 2: Adrift (2006), no fueron concebidas desde un principio como secuelas directas de la película de 2002, sino que se decidió incluir ese sobre-título con fines únicamente publicitarios y económicos. El único nexo de unión que existe entre todas ellas, ya que no comparten ni directores, ni país de origen, sería que en sus tramas siempre hay un grupo de gente que acaba a la deriva en alta mar. El tema de los de los tiburones ya es algo opcional y si no que me lo digan a mí, que todavía estoy esperando que aparezcan los escualos en Adrift, jajajaja.

Tres amigos norteamericanos viajan a Australia con la intención de grabar un vídeo nadando entre tiburones para un concurso de actividades extremas. Como no podía ser de otra manera, la cosa sale mal y una ola impresionante azota el barco en el que viajaban todos los excursionistas, dejándolos a la deriva en un agua infectada de tiburones. 



La verdad es que con esta sinopsis bien podíamos pensar que estamos ante una película cargada de acción, con momentos angustiosos y espeluznantes esquivando las fauces de los reyes del mar, pero nada más lejos de la realidad porque Cage Dive es una película que se hace larga, a pesar de que sólo dura 80 minutos. Uno de sus principales problemas es la dilatada presentación de unos personajes que resultan totalmente aborrecibles. Tenemos a un par de hermanos y la novia de uno de ellos que se comportan como adolescentes descerebrados que sólo piensan en beber y pasárselo bien, pero el problema es que tienen más pinta de treintañeros y como que no encaja mucho ese comportamiento tan alocado. Os prometo que paré la cinta para buscar la edad de los actores, pero parece ser un secreto mejor guardado que el asesinato de Kennedy porque no hubo manera de encontrarlo.

El director australiano Gerald Rascionato para el que Cage Dive ha sido su ópera prima, se vanagloria de haber realizado la primera película de tiburones en formato Found Footage, con sus entrevistas y fragmentos de noticias adicionales, para dar credibilidad a todo el asunto. No se si esto es algo de lo que enorgullecerse porque es posible que no existiera ninguna, al resultar un poco forzado que una persona que tiene que nadar para mantenerse a flote y está luchando por sobrevivir, quiera inutilizar una de sus manos para grabar su propia agonía y la de sus amigos. Así que sintiéndolo mucho, en este caso, el formato cámara en mano me parece bastante forzado y no resulta muy creíble.

La parte en la que se empiezan a producir los ataques de los tiburones y que por lo tanto, suele ser las más tensa en este tipo de películas, no termina de funcionar del todo bien en Cage Dive. Se echan en falta un mayor número de ataques de tiburón, más víctimas, más movimiento, más acción porque en resumidas cuentas, lo que tenemos, son las conversaciones y los problemas de un trío de inútiles cerebrales que no nos interesan ni lo más mínimo.

En definitiva, Cage Dive es una película de tiburones mortíferos totalmente prescindible que queda ensombrecida después de las recientes The Shallows (2016) o 47 Meters Down (2016), que son bastante superiores. Aunque esta tercera entrega de Open Water tiene alguna escena interesante como la de la ola que vuelca el barco o algún ataque de tiburón, el conjunto no consigue interesar, ni mantener al espectador interesado. Sólo me queda deciros que ésta ha sido la peor película de la saga y de mi maratón, así que allá vosotros si queréis darle una oportunidad.