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lunes, 4 de diciembre de 2017

THE TUNNEL (2011)


The Tunnel es una de esas películas que me habían recomendado una y otra vez, pero nunca había encontrado el momento de ponerme con ella. Os confieso que necesito un ánimo especial para enfrentarme a un mockumentary, porque seamos sinceros, hay mucha morralla por el camino y no suele ser un formato fácil o ágil de ver. Pero, dada mi experiencia, hay que hacer caso a las recomendaciones de la gente, sobretodo cuando son en masa, porque le pueblo es sabio y nunca se equivoca o por lo menos en lo que a cine se refiere, jajaja.

Debido a los problemas de escasez de agua, el gobierno Australiano anuncia un proyecto en el que todo el agua depositada en los túneles en desuso, que hay bajo la ciudad de Sidney, se reciclaría. Pero de repente, el gobierno abandona el plan, en medio de una serie de noticias contradictorias acerca de vagabundos que se resguardan allí y que parecen haber desaparecido en extrañas circunstancias. Un grupo de periodísticas se adentrará en esta red de túneles con la intención de descubrir la verdad sobre esta historia pero, como muy bien apunta la frase que aparece en el cartel de la película, la historia les acabará encontrando a ellos. 

The Tunnel es la primera y única película, hasta el momento, de su director Carlo Ledesma que se ha dedicado más a los cortometrajes y a los documentales de denuncia contra la industria y los hábitos alimentarios. Los productores de la película emprendieron una campaña bastante creativa para la financiación y distribución de The Tunnel. Crearon el "135k Project", una especie de crowfounding, con el que pretendían alcanzar los 135.000 dolares, mediante la venta de fotogramas de la cinta, a un dolar. El proyecto fue todo un éxito y al contar con una promoción gratuita a través de las redes sociales, esto no hizo más que aumentar el interés de la gente hasta niveles estratosféricos. Una vez terminada, The Tunnel, se distribuyó simultáneamente por Bit Torrent, VOD, DVD y una proyección limitada en salas de Australia y Nueva Zelanda. 

La estructura de este mockumentary es bastante sólida, ya que pretende dar veracidad a los hechos que vivieron este grupo de periodistas, presentándolos mediante una combinación de secuencias de televisión falsas, imágenes de las cámaras de seguridad y del material que ellos consiguieron grabar y rescatar, así como entrevistas con algunos de los protagonistas. Sin embargo, esta estructura termina convirtiéndose en uno de sus principales puntos débiles, al mostramos, desde el principio, quién vive y quién muere, acabando así con la intriga en este aspecto.

Antes de que el equipo se adentre en los túneles tenemos una presentación de personajes breve, pero bastante efectiva. Natasha, la ambiciosa periodista que hará lo que sea por conseguir la noticia que le proporcione el reconocimiento que tanto anhela, la fuerte amistad entre el cámara y el técnico de sonido y las tiranteces que existen entre Peter, el productor y Natasha por haberle arrastrado a cubrir esta noticia. 

Una vez que ya conocemos a los pobres incautos que se van a meter en la boca del lobo, nos introducimos, no sin algunas dificultades, en estos tenebrosos y oscuros túneles abandonados. La oscuridad lo inunda todo y el temor a perderse por este entramado de túneles, a medida que se van quedando sin luz, empieza a elevar los niveles de tensión y claustrofobia no sólo de los protagonistas, sino también del espectador. Sin embargo, esto no será nada, para cuando empiecen a encontrar indicios de que algo terrible ha estado pasando en los túneles y sean conscientes de que una extraña presencia está acechándolos. 



Aunque la película no es terrorífica en sí misma, sí que la oscuridad, la suciedad y la fuerza de una atmósfera inquietante, consigue angustiar y sugestionar a las mil maravillas. Porque, ¿hay algo más acojonante que perderse por unos túneles sin apenas luz, porque estás huyendo sin control de una amenaza que no sabes muy bien en qué cosiste? Para mí no lo hay y es que este tipo películas, en cuyo grupo también metería a la excepcional The Descent (2005) o As above so below (2014) consiguen agobiar de lo lindo a una claustofóbica como yo. 

La idea principal que se extrae de la película es la ambición de una periodista, que hace todo posible, sin medir las consecuencias o posibles peligros, para conseguir su historia. En este sentido, la película me recordó a Starry Eyes (2014), ya que en ésta la ambición de una actriz se paga con la putrefacción de su cuerpo y The Tunnel con la amenaza de un ser cuya naturaleza no sabemos si es humana o sobrenatural. La ambición es un pecado de la humanidad que en el cine de terror recibe su castigo, pero como siempre apunto, me molesta este tipo de moralina "cristiana" que, especialmente, en los Body Horror actuales es bastante irritante o, ¿ recordáis alguna película de los últimos años en los que el deterioro del cuerpo del protagonista, que casi siempre es una mujer, no se deba a una especia de castigo divino por algún pecado? Perdonadme que me haya desviado del tema de la película, pero relacioné todo esto al ver a Natasha, desde el primer momento, muy apesadumbrada y arrepentida, soportando todo el peso de sus actos sobre sus hombros y, en definitiva, este es el castigo y penitencia, por su osadía.

A pesar de sus debilidades, considero que The Tunnel es una película bastante efectiva, ya que con un presupuesto muy ajustado, apenas 135.000 dolares, consigue crear una producto sugerente e inquietante. Esa atmósfera de leyenda urbana, en el que no se explica del todo el origen del mal que les acecha en las profundidades y unas cuantas escenas que consiguen hacerte saltar del sillón, la convierten en un mockumentary superior a la media. Se la recomendaría a todo aquel que no este saturado por este tipo de formato (porque haberlos haylos) y que todavía tenga alguna esperanza de encontrar algún producto destacable. 

Y, tengo una pregunta, ¿Sabéis por qué los directores australianos están tan empeñados en alejarnos de su país? Porque visto lo visto, ya nunca se me ocurriría visitar el Outback, ni las granjas de fertilizantes, ni sus pantanos, ni me montaría en ningún barco y ahora a todo esto se le suma, que tampoco pondría un pie en su metro. ¿Nos va a quedar algo que visitar? jajajaja.