Por fin se estrenó en cines la película más esperada para los horror lovers, esa que muchos ya han encumbrado como la mejor película de terror del año: The Witch. Que alguien me explique cómo se puede hacer tal afirmación a estas alturas del año cuando lo normal es sacar la lista de tus películas preferidas en Diciembre no en Mayo, pero deben ser mentes clarividentes que lo saben todo, incluso antes de que suceda. En fin, algo que pasa constantemente a nuestro alrededor y el cine no iba a ser una excepción.
Supongo que a estas
alturas ya todos habréis visto el revuelo que se ha generado en torno a esta
película: gente que la adora y gente a la que le ha decepcionado. ¿Cuál ha sido
el problema? El mismo que con Babadook
(2014), una fallida campaña publicitaria que la presentaba como una
película aterradora y no lo es o, por lo menos, no de la manera convencional a
la que está acostumbrado el gran público.
Creo que es una cinta bastante difícil de clasificar porque no es estrictamente
una película de terror o un drama, sino que coge elementos de ambos géneros
pero nos los presenta de una forma tan personal e intimista que, sin duda,
hacen The Witch una película
especial.
En 1630 en Nueva
Inglaterra, William, Katherine y sus 5 hijos son expulsados
por su comunidad debido a desavenencias religiosas y deciden continuar con su devota
vida cristiana en una granja cercana a un bosque. Cuando su hijo recién nacido
desaparece, las sospechas de que algo maligno se oculta en el bosque se
intensifican y la relación entre todos los miembros de la familia empieza a resquebrajarse
entre sospechas y acusaciones de brujería.
Robert Eggers, al mando del guion y la dirección, debuta en la
meca del cine con una propuesta diferente y arriesgada que, seguramente, no
será del agrado de todos. He leído varias entrevistas de entre las decenas que
concedió tras haber conseguido el galardón al mejor director en el Festival de Sundance y el del jurado en
el pasado Festival de Cine fantástico de
Austin, y lo que más me ha llamado la atención ha sido el tiempo que este
director americano ha invertido en documentarse, no sólo sobre las historias de
brujería, fanatismo religioso y costumbres de la época en Nueva Inglaterra,
sino sobre las expresiones y forma de hablar características del s.XVII. Un
trabajo de documentación muy minucioso en el que invirtió 4 años de su vida y
que contribuye a que el espectador se meta de lleno en la Nueva Inglaterra de
1630 sin ningún problema.
Otro de los aspectos que
dan fuerza a la cinta es una fotografía muy bella y cuidada que parece
directamente sacada de las pinturas negras de Goya, una autentica pasada. Además,
toda la película está grabada con luz natural o con velas para reproducir a la
perfección la ambientación de esta granja y del temible bosque. La música se
apoya en las imágenes para transmitir esa sensación de inquietud y desasosiego que lo embriaga todo.
El trabajo de
interpretación de cada uno de los actores que intervienen en The Witch es soberbio. Y desde ahora
mismo os digo que tenéis que ver esta película en VOS porque el doblaje tira por tierra todo el
trabajo de los actores, el lenguaje del s.XVII que emplean pero, sobretodo, os
perderíais la potente voz del padre de familia al que da vida Raph Ineson, un personaje inquietante
que impone con su sola presencia y que te hiela la sangre con su tono de voz.
La madre, interpretada por Kate Dickie,
Lady Lisa Arryn para los fanáticos de Juego de Tronos como una servidora, es una mujer rota por el dolor
y enloquecida por la desaparición de su hijo pequeño.
Si los adultos están
soberbios en sus actuaciones, lo de los niños no tiene nombre, olé, olé y olé.
Empezando por la gran protagonista de The
Witch que se come absolutamente la pantalla, Anya Taylor-Joy, que debuta con este papel de hermana mayor que ve como
su familia se vuelve en su contra, o el hermano mayor, Harvey Scrimshaw, que se marca una actuación en una escena de la
película que os dejará con la boca abierta. Y los gemelos…qué decir de los
gemelos, pues que dan mucha grima y mal rollo, jejeje.
Como os decía antes, The Witch no es una película de terror
al uso, no hay ninguna escena en concreto que provoque miedo o temor, es más la atmósfera
malsana e inquietante en la que nos va zambullendo la película poco a poco.
Pero no penséis que estamos ante un
producto descafeinado o soso, para nada, porque lo que sí os vais a encontrar son unas cuantas escenas
tan perturbadoras que dudo que podáis apartarlas de vuestra mente en mucho
tiempo, o puede que nunca…
Finalmente, sólo deciros
que ésta no es una película que vaya a agradar a todos, precisamente porque la
primera parte puede resultarle lenta a mucha gente. A los que no tengáis problema
en disfrutar de propuestas alejadas de los convencionalismos del género, os
invito a disfrutar con las sutilezas y el mal rollo que desprende The Witch, pero hacerlo siempre en VOS,
por favor, no tiene ni punto de comparación. Y un consejo: no os enfrentéis a
esta película con ninguna idea preconcebida, no hagáis caso del tráiler que os
llevará por un camino erróneo y no deis nada por sentado,
como hice yo, porque la película no os quiere engañar en ningún momento. Sentaos
en la butaca y dejaros atrapar por su atmósfera, por el fanatismo religioso y
por la belleza de sus imágenes y puede
que esta película no os aterrorice, pero os perturbará y de qué manera…. jejeje. Yo ya no veré a las cabras de la misma manera nunca más.