Creo que ya os había
confesado mi pasión por las películas de hombres lobo y sus metamorfosis en
pantalla. Pues bien, Ginger Snaps siempre será una de mis favoritas, a pesar de
que no se centra en la transformación física de su protagonista, ni cuenta con
unos efectos de maquillaje espectaculares. Aquí la importancia radica en el
carácter psicológico de la historia y en la analogía que existe entre la
licantropía y la entrada en la adolescencia. Nuestra asesina de hoy es Ginger
Fitzgerald, una joven de 16 años que, tras ser atacada por un hombre lobo, se
convertirá en una bestia incontrolable con un ansia desmedida por aniquilar y
despedazar seres vivos.
Esta película
canadiense, encumbrada hoy hasta el estatus de culto, cuenta la historia de
las hermanas Fitzgerald, Ginger y Brigitte, unas adolescentes marginadas y algo
obsesionadas con la muerte. Durante una escapada nocturna para gastarle una
broma a una chica, Ginger es atacada por un hombre lobo. Al mismo tiempo que su
transformación física y psicológica empieza a producirse y sus ansias por carne
humana son incontrolables, su hermana, Brigitte, intentará encontrar una cura para
salvarla, mientras intenta ocultar todas sus fechorías.
La película está escrita y
dirigida por el canadiense John Fawcett que tras este trabajo se ha dedicado
casi exclusivamente al mundo de la televisión. Aquí nos muestra, de una manera muy
inteligente, el cambio tanto psicólogo como corporal que se produce en una
mujer al iniciar su adolescencia, comporándolo con su transformación en licántropo.
Sin embargo, la trama de los hombres/mujeres lobo es simplemente el telón de
fondo de lo verdaderamente importante para esta película: la relación entre
las hermanas. Al principio, podemos ver lo unidas que están, no les importa
ser las raritas del instituto porque se tienen la una a la otra. Sin embargo,
después de que Ginger sea mordida se empieza a producir un
distanciamiento entre ellas, sus intereses son diferentes y las discusiones son constantes.
Este alejamiento podría deberse a que Brigitte sigue siendo todavía una
niña y no puede compartir las nuevas inquietudes que se están despertando en el
cuerpo de su hermana, representadas de una manera algo salvaje, claro, jejeje.
Las mujeres son las absolutas protagonistas de esta pequeña producción canadiense.
El único personaje masculino con algo de relevancia es el camello del instituto
que las ayuda a buscar una cura, mientras que el resto no son más que meros
instrumentos sexuales o como el padre, que es lo más parecido a una maceta. De
hecho, cuando la madre, interpretada por una pedante y divertida Mimi Rogers,
descubre los asesinatos de su hija, decide abandonar a su marido y huir con sus
hijas para permanecer siempre unidas.
Aparte de tener un guion bastante sólido, Ginger Snaps puede presumir de contar con la gran actuación de sus dos actrices protagonistas. Katharine Isabelle, de nuevo por el blog, interpreta a la perfección el cambio psicológico que experimenta su personaje y como, tras su primera menstruación/ mordisco del licántropo, la chica retraída se convierte en todo un objeto sexual para sus compañeros de instituto, gracias a su cambio de actitud. Su hermana, a la que da vida una inquietante Emely Perkins, hace todo lo posible por encontrar una cura que salve a Ginger, ocultar sus asesinatos y lidiar con un mundo adolescente, que siendo todavía una niña, no termina de comprender.
A pesar de ser una película de terror adolescente, Ginger Snaps no cae en los cliches habituales de este subgénero. Las protagonistas huyen de la popularidad y
hacen todo lo posible por no integrarse. Al inicio de la película, tenemos una
escena memorable en la que las hermanas están en plena sesión de fotos,
representando diferentes formas de suicidio para un trabajo del instituto. Con esto, las jóvenes no sólo intentan incomodar a su profesor y a sus compañeros, si no que ponen de manifiesto su deseo de diferenciarse de la manada. La
adolescencia aquí aparece reprentada como un tormento, como una especie de enfermedad
que cambia a las personas y que no es nada dulce ni para el propio individuo,
ni para las personas que están a su alrededor.
En definitiva, Ginger Snaps
es una de las películas de hombres lobos más originales que he visto. Una auntentica delicia para todos aquellos que quieran disfrutar del drama que conlleva
abandonar la niñez o convertirse en mujer lobo, pero sin escatimar en sordidez, sangre y gore en ningún momento. Y, como últimamente estoy finiquitando las sagas que tenía pendientes, tengo ganas de averiguar como continua la historia de Ginger en Brigitte en las dos secuelas que surgieron tras esta cinta: Ginger Snaps II: Los malditos (2004) y Ginger Snaps III: El origen (2004).
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