viernes, 10 de julio de 2015

CHARLIE'S FARM (2014)



Fue una de las películas que  se proyectaron en la pasada edición de Nocturna, el festival de cine fantástico de Madrid, que supongo ya todos conoceréis. Elegí Charlie’s Farm (2014) porque el cine de terror australiano me gusta: violencia explícita, vuelta de tuerca a los subgéneros preestablecidos, efectos especiales bastante buenos, diferentes escenarios y, en definitiva, un soplo de aire fresco para una industria, como es la del terror, saturada ya por los productos de factura estadounidense.
Un grupo de amigos, aburridos ya de hacer siempre lo mismo, deciden adentrarse en la Australia profunda y visitar un lugar conocido como la Granja de Charlie. La Granja forma parte de la leyenda negra de la zona, ya que era el hogar de un matrimonio bastante violento que fue asesinado por una muchedumbre enfurecida. Los chicos buscan emociones fuertes y no hacen caso de las advertencias de los habitantes de la zona que les aconsejan evitar el lugar. Pronto descubrirán que se han adentrado en la boca del lobo y que van a vivir la experiencia más terrorífica de su vida.

Está escrita y dirigida por Chris Sun, director australiano al que ya se considera toda una eminencia en el cine de terror de su país, siempre con el permiso de mi adorado Greg McLean, claro, jejeje. Con sus dos primeros trabajos Come and Get Me (2010) y Daddy’s Little Girl (2012) ya apuntaba maneras, Charlie’s Farm es su intento por consolidarse en el cine de género. Tal y como contó en una entrevista, Sun quería conseguir su propia versión de los slasher americanos y crear un asesino icónico a imagen y semejanza de Jason Voorhees, Michael Myers o Leatherface. Según él ya se encuentra en negociaciones con estudios de EEUU para desarrollar una franquicia.
Charlie’s Farm contiene todo los requisitos que debe tener un slasher: grupo de jóvenes atractivos que van a un lugar apartado del resto de la civilización, flashbacks de una historia truculenta del pasado, asesino sanguinario que mata  a todo aquel que se cruza en su camino, muertes muy violentas,… Pero si por algo destaca esta película es por su asesino, una mole humana, un ser desfigurado y salvaje. Desde luego, los amantes del gore no se van a sentir decepcionados. Los efectos especiales son muy buenos y han sido realizados por la compañía que posee el propio Sun, Slaughterfx, y que cuenta con gran prestigio.
Tanto Sun como McLean son dos enamorados del paisaje australiano, muestran en sus películas planos espectaculares del paisaje, de las carreteras que se pierden hasta que alcanza la vista,... Algo que sorprende en Charlie’s Farm es que la mayor parte de la acción, y de los asesinatos, tienen lugar a plena luz del día, lo que acentúa la sensación de tensión, ya que los ataques pueden producirse en cualquier momento.
Sin embargo, lo que a mí no me pareció acertado fue la elección de los actores protagonistas. No me gusta nada la versión esquelética de Tara Reid, que lo único que te apetece cuando la ves es darle un buen cocido madrileño, jejeje. ¿Quién puede creer que va a ser la más fuerte de los cuatro amigos, si con un soplido acabas con ella? Además, su actuación me pareció bastante mediocre. Algo mejores son las interpretaciones de sus compañeros que se muestran mucho más naturales y espontáneos. Me sorprendió la aparición de figuras del cine de terror como Bill Moseley (La casa de los mil cadáveres (2003), Repo! The genetic Opera (2008) o La Matanza de Texas 2 (1986)) y Kane Hooder, el mítico interprete de Jason Voorhees en La Matanza de Texas. Realmente el papel de Hooder no tiene mucho sentido y simplemente es una excusa para que éste aparezca en pantalla.

Pero sin duda, la verdadera estrella de la película es Charlie, interpretado por el ex luchador Nathan Jones, al que pudimos ver en Troya (2004), y recientemente en Mad Max: Furia en la carretera (2015). Su físico imponente inunda la pantalla y aterroriza tanto a los protagonistas como a los espectadores.
Aunque siendo francos, Charlie’s Farm no aporta nada nuevo al género de terror, sin duda disfrutareis con sus asesinatos imaginativos y sangrientos. No todas las películas tienen que convertirse en joyas del celuloide o suponer un punto de inflexión para el género, hay muchas de ellas que están sólo para divertirnos y ésta es una de ellas.

Sin duda, seguiré atentamente la carrera de este director australiano, sobre todo si realiza una secuela de esta película, ya que creo que le falta muy poco para convertirse en un gran slasher. Y a todos aquellos que no conocéis el cine de terror australiano, os invito a que os acerquéis a él. Ya os he traído por el blog algún ejemplo como Wolf Creek (2005) o Rogue (2007), e irán apareciendo muchas más porque me encuentro en plena fiebre de terror aussie, jajaja.