Recuerdo que la primera película de terror que
vi fue por un error de mis padres y acabé en el cine viendo Child's Play, allá por año 1988 pero, a pesar de que Chucky me produjo multitud de
pesadillas, salí fascinada por ese muñeco pelirrojo. Desde entonces, he tenido
especial predilección por el cine de género, aunque de joven mi acceso fue muy
limitado al no estar rodeada por horror lovers. La única víctima fue mi pobre madre
que se veía obligada a satisfacer los sangrientos gustos cinéfilos de su hija
adolescente y tuvo que tragarse cosas como: Scream (1996), I know what you did last summer (1997), The Faculty (1998) o Urban Legend (1998).
Con todo este rollo os quiero contar que el cine de terror ochentero me pillo
muy pequeña y no he podido disfrutar de él, hasta una época muy tardía. En el caso de,
The Thing (1982), de mi venerado John Carpenter, la vi al poco de abrir el blog
y me fascinó de la misma manera que lo había hecho Chucky en mi más tierna
infancia. Así que imaginaros que, después de haber visto la para mí, decente
precuela de 2011, lo que supuso enterarme de que existía una secuela no oficial
de la película original.
La accidentada historia de esta película no podía
ser más interesante para una flipada de The Thing cómo yo. Allá por el 2011, la
Universal decidió hacer una precuela/remake de la cinta de Carpenter pero con
una protagonista femenina que acabaría siendo la siempre maravillosa Mary
Elisabeth Winstead. Conocedores de que la principal baza de la película
original, residía en los efectos especiales prácticos, decidieron contratar a
Amalgamated Dinamics Inc (ADI), dirigida por Alec Gillis, expertos en la
creación de monstruos en películas como Alien 3 (1992), Tremors (1990) o Alien vs Predator (2004). Pero finalmente, no sabemos debido a qué causa, Universal decidió prescindir de los
efectos artesanales de ADI y sustituirlos por CGI, tal y como aparecen en la
precuela oficial. Sin embargo, Gillis, lejos de conformarse con esta decisión,
decidió aprovechar estos recursos y emprendió una campaña en Kickstarter que se
convirtió en la financiación más cuantiosa de un proyecto de ciencia ficción
y terror de la plataforma. El resultado fue Harbinger Down, escrita y dirigida
por el propio Gillis y protagonizada por un icono del cine de los 80, Lance Herriksen.
Esta
secuela, no oficial, cuenta la historia de un grupo de estudiantes de posgrado
que se embarcan en el buque que da nombre a la película, con el propósito de
estudiar los efectos del calentamiento global en el mar de Bering. La
tripulación rescata del fondo marino lo que parecen ser unos restos espaciales
soviéticos congelados, pero lo que verdaderamente despiertan es un organismo
letal que no dudará en aniquilar a la raza humana.
El
propósito de Gillis y su equipo era convertir esta película en una especie de
tributo a los clásicos del cine de terror y de la ciencia ficción ochenteros,
mediante la utilización exclusiva de animatronics y efectos de maquillaje. El
problema es que parece que sólo se centraron en evitar todo tipo de efectos
digitales y no en elaborar un guion atractivo e interesante.
Como
es habitual, en las películas de serie B de este tipo, tenemos un monstruo que se vuelve muy agresivo al abandonar su entorno y estado habitual, localiza víctimas con
las que alimentarse y alcanzar dimensiones gigantescas, poniendo a toda la tripulación
de este barco en jaque.
La
historia tiene momentos en los que la intensidad decae y, para ser los efectos especiales
el punto fuerte de esta cinta, no me parecieron ninguna maravilla. Sigo prefiriendo
los efectos especiales y el diseño del monstruo de la película de Carpenter porque,
a pesar de que el diseño del bicho no me desagradó, tenía una especie de fulgor
azulado que me recordaba al cutrerío de las peores películas de SyFy.