Un survival
horror entretenido. De esos en los que se somete a los protagonistas a una
situación extrema en plena naturaleza y que podría ser perfectamente real, lo
que la hace más aterradora y perturbadora. Frozen
muestra la cara más cruel de la naturaleza, la dureza del frio y cómo un lugar
de recreo y diversión puede convertirse en un territorio hostil. Una
película de temática similar es la conocida Open Water (2013), donde
una pareja de submarinistas es abandonada en alta mar, en una zona infectada de
tiburones y tienen que agudizar el ingenio para intentar sobrevivir.
Es una película de bajo presupuesto dirigida por Adam Green, director del conocido slasher Hatchet (2006). Cuenta con un reducido número de actores y la acción se desarrolla prácticamente
en un único escenario. Dos amigos, muy aficionados a los deportes de invierno,
deciden pasar, como cada año, un fin de semana junto con la novia de uno de
ellos en una estación de esquí. Allí, debido a una serie de hechos fortuitos
que no os voy a revelar, acabarán atrapados en un telesilla, solos, de noche y
abandonados a su suerte.
Debido al realismo de la película nos identificamos
fácilmente con los protagonistas, llegando incluso a buscar posibles soluciones para salir de la difícil
situación en la que se encuentran. Los personajes están más desarrollados de lo
que suele ser habitual en este tipo de películas. Conocemos sus miedos, su
manera de pensar y sus motivaciones a través de las conversaciones que
mantienen tanto cuando están disfrutando de su perfecto fin de semana, como
cuando la situación se pone de lo más peliaguda. Hay incluso una conversación
muy curiosa que mantienen en el telesilla sobre cuál sería la mejor forma de
morir.
Frozen es una
película tensa, angustiosa, donde el entorno, una estación de esquí desierta y,
más concretamente, el telesilla, produce una sensación de agobio y
claustrofobia que sorprende al tratarse de un espacio abierto. Su director Adam
Green ha sido capaz de trasmitirnos, con muy pocos medios, toda la angustia que están viviendo los protagonistas.
Porque ¿quién no se moriría de miedo al verse atrapado en un telesilla a
considerable altura, en una estación de esquí que no volverá a abrir hasta
dentro de siete días y en la que se espera una tormenta de nieve durante la
noche?
Aunque la película me ha gustado bastante, sí
que vi cosas que me chocaron un poco. Por ejemplo, no entiendo cómo una persona
puede dormirse en plena tormenta de hielo y nieve, agarrada a la barandilla del telesilla con la
mano desnuda. Me pareció más una excusa para darle un mayor dramatismo a la
película, que una situación verosímil. O
cómo estando a tan bajas temperaturas no sale vaho cuando están hablando. Sin
embargo, son pequeños detalles que no afectan a la valoración general de esta
película.
En resumen, Frozen
me ha gustado. Es una película pequeña,
sin grandes pretensiones, que consigue mantenernos enganchados a la pantalla
durante su apenas hora y media de metraje, a pesar de transcurrir prácticamente
en un solo escenario. Una película que consigue con escasos recursos y
personajes contarnos una historia verosímil, sencilla y terrorífica, que
refleja lo indefensos que estamos todos ante la Naturaleza en estado puro.