Todo amante del cine de licántropos que se precie
debe haber visto o por lo menos haber oído hablar de esta película con la que,
allá por el 2002, irrumpía Neil Marshall
en el cine de género. Sin embargo, puede que no sea tan conocida para el gran
público y debería serlo porque esta pequeña obra de bajo presupuesto se
encuentra entre las mejores películas de hombres-lobo de todos los tiempos. Así
que, a los que no la habéis visto (que no debéis ser muchos) ¿no os empieza a
picar la curiosidad?
Un grupo de soldados británicos está de maniobras en
tierras escocesas cuando se topan con un campamento militar totalmente arrasado
en el que sólo queda un superviviente. Acto seguido, una manada de hombres-lobo
empieza a perseguirles y una zoóloga, que pasaba por allí, les recoge en su
coche para refugiarles en una cabaña cercana. Allí dará comienzo una lucha sin
cuartel por sobrevivir a lo que se ha convertido en la peor noche de sus vidas.
Estamos frente a la ópera prima de un conocido de
este blog: el gran Neil Marshall, que
tan sólo 3 años después nos traería esa otra joyita que ya os comenté: The Descent (2005). No os preocupéis
que no os voy a volver a contar su obra y milagros en el mundo del cine y la televisión,
pero sí aquellos aspectos relevantes para entender esta producción. Marshall es hijo y nieto de militares y
siempre quiso hacer una película en la que interviniesen soldados y
hombres-lobo, un género al que siempre había sido muy aficionado aunque no
terminaban de convencerle las caracterizaciones de los licántropos porque le
resultaban poco aterradoras. Además, quería ambientarla en Escocia puesto que
solía viajar allí de pequeño y fantasear con la posibilidad de que “algo” habitara esos bosques.
A pesar del bajo presupuesto con
el que contaba Marshall, ya se atisbaba
su gran calidad como guionista y director. Consiguió devolver la originalidad y
frescura a un género que se hallaba totalmente estancado por aquella época. Dog soldiers (2002) fue sin duda un fantástico
debut que focalizó toda la atención sobre su director y todo el mundo, incluida
yo, esperábamos una secuela. Sin embargo, según aclaró Marshall en una entrevista, lo que él había planeado era una
trilogía en la que el soldado Cooper
siguiese luchando contra más hombres-lobo u otras criaturas sobrenaturales. El
problema es que Marshall ya no tiene
los derechos sobre la franquicia, así que nos quedaremos con las ganas.
¿Vosotros pensáis que Marshall
consiguió hacer a los licántropos tan aterradores como pretendía? Porque,
aparte de ser enormes y muy agresivos, su aspecto no me impactó tanto. Para
conseguir que el espectador viese a las bestias tan grandes el recurso que
utilizó el director fue construir un decorado con proporciones inferiores a las
habituales, así los hombres-lobo tenían que entrar encorvados por la puerta y,
en comparación con las habitaciones o el atrezo, se les veía gigantescos.
El ritmo de Dog Soldiers es vertiginoso, no decae en ningún momento. Los
diálogos, muy ingeniosos, están cargados de un humor bastante negro que no empaña
para nada el tono terrorífico de la película. La conversación entre Cooper y el Sargento Wells cuando a éste se le salen las tripas por el zarpazo
de un hombre-lobo, es graciosísima.
Lo más interesante de la película
es ver cómo este grupo de duros y aguerridos soldados se enfrenta a las bestias
con los pocos medios de que disponen en
la cabaña en la que están acorralados.
Se asemejan a los tres cerditos del cuento que deben impedir que el lobo
entre en la cabaña, pero aquí los lobos no se contentan con soplar, sino que
rompen puertas, ventanas y lo que haga falta. La escena más delirante es aquélla
en la que Spoon lucha cuerpo a cuerpo
contra un hombre-lobo enorme y, literalmente, lo da todo, peleando con uñas y
dientes para acabar con la bestia. Sin duda, una escena mítica del cine de
terror.
Además de tener una buena
historia y una dirección notable, Dog
Soldiers, cuenta con un elenco de actores de lo más solvente: Sean Pertwee, Kevin McKidd, Liam Cunningham,…
Sus actuaciones son totalmente creíbles y nunca caen en la parodia o en la
exageración. Particularmente me encantó Sean
Pertwee como ese sargento duro como el acero que es capaz de encontrar el
humor en todas las situaciones, a pesar de que éstas sean desastrosas.
Un dato curioso sobre los actores
es que, en un primer momento, se pensó en Jason
Statham para el papel de Cooper,
pero éste lo rechazó para participar en la película de Carpenter, Fantasmas de
Marte (2001). Hoy sabemos que esta decisión no fue nada acertada pero cualquiera,
en la misma situación, habría hecho lo mismo o ¿vosotros habríais desperdiciado
la oportunidad de trabajar con un maestro del cine, frente a la oferta de un
debutante? También se barajó la posibilidad de que Simon Pegg interpretase a Spoon,
pero como éste ya se había comprometido a participar en The Shaun of the Dead (2004) no pudo ser, pero la jugada le salió bastante
mejor, jejeje.
En la cinta encontramos un montón
de referencias a otras películas como: Zulú
(1964), Alien (1979) o Evil Dead (1981) y, algo que partir de
este momento se convirtió en una costumbre para Marshall fue incluir la mención a Eddie Oswald en todas sus películas. Su nombre aparece en
conversaciones o carteles, pero nunca ha sido un personaje, así que ¿a qué
esperáis para buscarlo en toda su filmografía? Yo pienso ponerme con ello y de
paso visionar varias películas que todavía no he tenido la oportunidad de ver.
Algo que no se entiende viendo la
calidad de la cinta y el bodrio de producciones que llega, en muchas ocasiones,
a los cines, es que Dog Soldiers no
se estrenara en las salas norteamericanas sino en el canal SyFy, algo que desde
luego tuvo que ser indignante. Pero, en fin, qué le vamos a hacer, la industria
del cine es un negocio y lo que busca es dinero y rentabilizar todos sus
productos.
Para
finalizar, sólo me queda recomendaros Dog
Soldiers porque sin duda es una de las películas imprescindibles de este
subgénero. Supone un nuevo enfoque desde el que ver a las bestias, en una
película de acción/terror, al más puro estilo de Depredador (1987). Esto no quiere decir que sea perfecta, también
tiene sus fallos como una calidad de imagen muy mejorable o un giro final en el
argumento que carece de sentido pero, independientemente de esto, no podemos
negarle a Marshall el mérito de haber
creado con su ópera prima una obra de culto para el género. Un aplauso para él y
sólo me queda pedirle que vuelva pronto al cine de terror, que lo hace muy bien
y decirle que su participación en uno de los segmentos de Tales of Halloween (2015), nos ha sabido a
poco.