viernes, 9 de febrero de 2018

CLOVERFIELD PARADOX (2018)


Hago un pequeño inciso en el Women in Horror Month, para comentar la que sin duda ha sido la sensación de la semana. Todos nos fuimos a dormir el pasado domingo 4 de Febrero muy felices y tranquilos sin saber que, durante la retransmisión del partido de la Super Bowl, que era seguido por millones de espectadores en todo el mundo, no sólo se mostraría el trailer de una de las cintas más esperadas por los amantes del syfy, si no que se anunciaría su estreno para apenas tres horas después, en el imperio Netflix. Así que todos nos levantamos con este bombazo y esa brillante estrategia de marketing que nos incitaba a volver a casa para devorar la siguiente película del "universo" de J.J Abrams, después del buen sabor de boca que nos había dejado 10 Cloverfield Lane (2016), pero todavía nos quedaba una larga jornada laboral por delante. Durante todo el día se sucedieron los tweets que la tildaban de gran decepción, batacazo o basura absoluta, pero yo no me desanimé ante la adversidad y me enfrenté esa misma noche a Cloverfield Paradox, aunque debo confesar que con las expectativas por lo suelos. Y, ¿qué pasa cuando uno espera muy poco de una película? Pues que no le acaba resultado tan sumamente mala y es que dada mi pasión por el terror espacial, yo con poquito voy, jejeje. 

En esta ocasión, sus guionistas Oren Uziel y Doug Jung nos sitúan en un futuro distópico en el que la Tierra sufre una severa crisis energética que está provocando tal tensión entre las potencias mundiales que ya se atisban los inicios de una tercera Guerra Mundial. La última esperanza de la humanidad es el Shepard, una nave tripulada por una serie de expertos internacionales, que órbita alrededor de la Tierra y que posee un acelerador de partículas con el que abastecerá de energía infinita a todo el planeta.

Hasta aquí la cosa no pintaba mal, ¿no? Un argumento un tanto naive pero bueno. El problema llega cuando, tras varios intentos fallidos con el acelerados de partículas, el aparato parece funcionar pero, tras un sobrecarga, la Tierra ha desaparecido de su campo de visión y todos asumen aterrorizados que han sido trasladados a una nueva dimensión. A estas alturas, yo ya empezaba a no entender muy bien los derroteros que iba tomando la historia porque lo primero que se me ocurrió fue que habían sido transportados a millones de años luz de nuestra galaxia y por eso no divisaban la Tierra. No terminaba de entender por qué asumían con esa facilidad que estaban en otra dimensión y lo que es más, por qué la nave empezaba a revelarse contra ellos.

Estas escenas que podríamos denominar como la parte más terrorífica de la cinta, a modo de casa encantada espacial, es lo que más me gustó, aunque no entendía la razón de todo esto. Puede que sea por el respeto que me da cualquier cosa que tenga que ver con los visión (es por eso que nunca me operaré de mi miopía), pero la escena que más me impactó fue la del ojo bailarín. Me gustó mucho ese efecto, pero hasta ahí, porque todas las peripecias que le suceden a este personaje, no tenían ni pies ni cabeza. En resto de "ataques" me parecieron un tanto flojos y sí que eché de menos algo más de sangre. 



En cuanto a los personajes, como ya os he comentado antes, tenemos a una tripulación internacional, encabezada por Gugu Mbatha-Raw que, ¡quién la manda salir de San Junipero (2016) con lo bien que se vivía ahí! El caso es que aquí es la teniente Hamilton que ha dejado en la Tierra a su marido, en plena crisis matrimonial, pero gracias a cuál tendremos idea de que es lo que está pasando en el mundo, mientras los salvadores del Shepard se sitúan en el universo. Otro de los personajes más relevantes y ambiguos es el alemán Schmidt, interpretado por el siempre genial Daniel Brühl. Completando el elenco tenemos a actores de la talla de David Oyelowo, Ziyi Zhang o Chris O'Dowd que para mi gusto están muy desaprovechados en personajes apenas definidos. 

Pues bien en esta película todo se explica, de hecho tenemos a un experto que aparece en una entrevista de televisión contándonoslo de pasada, porque un acelerador de partículas tan potente como el del Shepard puede mezclar realidades, liberar monstruos en varias dimensiones al mismo tiempo. En definitiva, que puede pasar cualquier cosa, en cualquier espacio-tiempo y todo estaría justificado porque un acelerador de partículas ha puesto patas arriba la realidad tal y como la conocemos. Así que a partir de aquí, ya podéis sacar vuestras propias conclusiones y tratar de discernir cómo encajan las tres películas de la saga Cloverfield que tenemos hasta ahora y cómo lo hará Cloverfield Overlord, la esperadísima cuarta entrega que llegará a los cines a finales de año y que según toda apunta, se desarrollará durante la Segunda Guerra Mundial. 

En definitiva, a mi Cloverfield Paradox no me ha decepcionado tanto como a la mayoría porque aunque la historia tiene muchas incongruencias y tramas que se abandonan sin apenas explicación, lo cierto es que todo va adquiriendo más sentido, a medida que le voy dando vueltas en mi cabeza. Disfruto mucho las películas de terror espacial y aunque prefiero cosas como Alien (1979) o Life (2017) con una amenaza real (me río yo ahora de los que decían que la cinta de Daniel Espinosa era mala, jejeje) o mi preferida, Event Horizon (1997), una nave espacial embrujada mucho mas coherente y entendible que ésta, sí que puedo disfrutar del entretenimiento que me proporciona Paradox. Quién sabe, quizás tenga que llegar Overlord para que todas las piezas del rompecabezas encajen pero, hasta entonces, no seamos tan duros con esta tercera entrega por no ser tan fantástica como su antecesora y veámosla como un mero producto de entretenimiento y tensión de rápido consumo.