Normalmente no empatizo con los personajes de las películas de terror, bien porque no suelen estar suficientemente desarrollados como para que pueda identificarme con ellos, o bien porque mueren antes de que llegue a conocerlos. Pues bien, Eden Lake (2008) me sorprendió gratamente en este sentido, ya que hacia tiempo que no sufría verdaderamente por la cruel cadena de vicisitudes que sufren los protagonistas.
Una joven pareja de enamorados, Jenny y Steve, deciden pasar un fin de semana romántico en un pueblo
perdido donde hay un precioso lago que se encuentra en medio de un bosque. Todo
muy idílico hasta que la tranquilidad se ve perturbada por un grupo de jóvenes
que se creen dueños del lugar y no hacen más que importunar a la pareja, con
música alta, un Rottweiler sin controlar e incluso robándoles el coche. Cuando Steve se enfrenta a ellos por el robo,
el grupo de chicos le atacará brutalmente y Jenny
tendrá que escapar adentrándose en el bosque.
Magnífica opera prima del inglés James Watkins, que a pesar de la gran
calidad de la cinta, no llegó a proyectarse en las salas españolas. Sin
embargo, la fama le ha llegado con su segundo trabajo como director, La mujer de negro (2012), película de
terror clásico protagonizada por Daniel
Radcliffe.
Eden Lake es sobrecogedora y transmite una impotencia y una
frustración como pocas veces habíamos experimentado en una película. La cinta
aborda el tema de la violencia juvenil, pero elevada a su máxima potencia. El
grupo de perversos y sádicos jóvenes que torturan y aterrorizan a la pareja
llama la atención precisamente por su juventud: preadolescentes y niños.
Realmente sólo uno de los chicos, Brent,
el líder del grupo, es el verdadero psicópata que arrastrará al resto, que teme
correr la misma suerte que las víctimas, a una espiral de violencia que
acarreará terribles consecuencias para todos.
Esta película destaca sobre otras que tratan temas
similares por su sorprendente realismo. No cuesta ningún trabajo ponernos en el lugar de
los enamorados y presenciar con impotencia cómo un hecho banal se convierte en
la chispa que desata el odio y la violencia de los jóvenes. Al principio, los
dos protagonistas actúan con paciencia y comprensión porque justifican este
comportamiento como travesuras e inmadurez propia de jovencitos. A todos nos
costaría hacer daño a un niño y verlo como una amenaza hacia nuestra
integridad. Pero claro, Brent y sus amigos son niños, sí, pero también asesinos
implacables y despiadados.
La tensión que emana la película se consigue gracias
a las grandes interpretaciones de sus tres protagonistas. Un, hasta ese momento
desconocido, Michael Fassbender como Steve, con el que viviremos los momentos
más angustiosos y dramáticos de la cinta. Un personaje que pasa de la seguridad
y cierta superioridad que le aporta su posición de adulto frente a los
chavales, a la angustia, miedo y frustración ante lo que le está pasando. El
líder de la pandilla está interpretado magistralmente por Jack O’Connell, al que pudimos ver el año pasado protagonizando Invencible (2014), el segundo trabajo
como directora de Angelina Jolie. El
personaje de O’Connell es odioso y lo
detestaremos desde el primer momento que aparezca en la pantalla. Pero sin
duda, todo el peso de la cinta recae sobre Kelly
Reilly que interpreta a Jenny, una
dulce profesora que pasa de una actitud benevolente hacia los niños a
convertirse en una superviviente despiadada.
El bosque actúa como otro personaje en sí mismo. A
pesar de ser un espacio abierto, Watkins
ha conseguido crear una atmósfera asfixiante y angustiosa, y eso que la mayoría
de las escenas tienen lugar a plena luz del día.
Lo menos destacable, tras el desarrollo realista del
film es su desenlace: un final contundente y devastador pero traído por los
pelos. Queda claro que el director
quería darnos una explicación de esta
violencia y al mismo tiempo lanzar una mensaje alto y claro, pero….
Eden Lake nos hará sufrir y nos dejará totalmente desolados. Un sentimiento que sólo puede
producirnos una buena película, así que os la recomiendo a todos los que todavía
no la hayáis disfrutado.