Fue una de las películas que se proyectaron en la pasada edición de Nocturna, el festival de cine
fantástico de Madrid, que supongo ya todos conoceréis. Elegí Charlie’s Farm (2014) porque el cine de
terror australiano me gusta: violencia explícita, vuelta de tuerca a los
subgéneros preestablecidos, efectos especiales bastante buenos, diferentes escenarios
y, en definitiva, un soplo de aire fresco para una industria, como es la del
terror, saturada ya por los productos de factura estadounidense.
Un grupo de amigos, aburridos ya de hacer siempre lo
mismo, deciden adentrarse en la Australia profunda y visitar un lugar conocido
como la Granja de Charlie. La Granja forma parte de la leyenda negra de la
zona, ya que era el hogar de un matrimonio bastante violento que fue asesinado por
una muchedumbre enfurecida. Los chicos buscan emociones fuertes y no hacen caso
de las advertencias de los habitantes de la zona que les aconsejan evitar el
lugar. Pronto descubrirán que se han adentrado en la boca del lobo y que van a
vivir la experiencia más terrorífica de su vida.
Está escrita y dirigida por Chris Sun, director australiano al que ya se considera toda una
eminencia en el cine de terror de su país, siempre con el permiso de mi adorado
Greg McLean, claro, jejeje. Con sus
dos primeros trabajos Come and Get Me (2010)
y Daddy’s Little Girl (2012) ya apuntaba maneras, Charlie’s Farm es su intento por
consolidarse en el cine de género. Tal y como contó en una entrevista, Sun quería conseguir su propia versión
de los slasher americanos y crear un
asesino icónico a imagen y semejanza de Jason
Voorhees, Michael Myers o Leatherface.
Según él ya se encuentra en negociaciones con estudios de EEUU para desarrollar
una franquicia.
Charlie’s Farm contiene todo los requisitos que debe tener un
slasher: grupo de jóvenes atractivos que van a un lugar apartado del resto de
la civilización, flashbacks de una historia truculenta del pasado, asesino
sanguinario que mata a todo aquel que se
cruza en su camino, muertes muy violentas,… Pero si por algo destaca esta
película es por su asesino, una mole humana, un ser desfigurado y salvaje.
Desde luego, los amantes del gore no se van a sentir decepcionados. Los efectos
especiales son muy buenos y han sido realizados por la compañía que posee el
propio Sun, Slaughterfx, y que cuenta
con gran prestigio.
Tanto Sun
como McLean son dos enamorados del
paisaje australiano, muestran en sus películas planos espectaculares del
paisaje, de las carreteras que se pierden hasta que alcanza la vista,... Algo
que sorprende en Charlie’s Farm es
que la mayor parte de la acción, y de los asesinatos, tienen lugar a plena luz
del día, lo que acentúa la sensación de tensión, ya que los ataques pueden
producirse en cualquier momento.
Sin embargo, lo que a mí no me pareció acertado fue
la elección de los actores protagonistas. No me gusta nada la versión
esquelética de Tara Reid, que lo único
que te apetece cuando la ves es darle un buen cocido madrileño, jejeje. ¿Quién puede
creer que va a ser la más fuerte de los cuatro amigos, si con un soplido acabas
con ella? Además, su actuación me pareció bastante mediocre. Algo mejores son
las interpretaciones de sus compañeros que se muestran mucho más naturales y
espontáneos. Me sorprendió la aparición de figuras del cine de terror como Bill Moseley (La casa de los mil cadáveres (2003), Repo! The genetic Opera (2008) o
La Matanza de Texas 2 (1986)) y Kane
Hooder, el mítico interprete de Jason
Voorhees en La Matanza de Texas. Realmente el papel de Hooder no tiene mucho sentido y simplemente es una excusa para que éste
aparezca en pantalla.
Pero sin duda, la verdadera estrella de la película
es Charlie, interpretado por el ex
luchador Nathan Jones, al que
pudimos ver en Troya (2004), y recientemente
en Mad Max: Furia en la carretera (2015).
Su físico imponente inunda la pantalla y aterroriza tanto a los protagonistas
como a los espectadores.
Aunque siendo francos, Charlie’s Farm no aporta nada nuevo al género de terror, sin duda
disfrutareis con sus asesinatos imaginativos y sangrientos. No todas las
películas tienen que convertirse en joyas del celuloide o suponer un punto de
inflexión para el género, hay muchas de ellas que están sólo para divertirnos y
ésta es una de ellas.
Sin duda, seguiré atentamente
la carrera de este director australiano, sobre todo si realiza una secuela de
esta película, ya que creo que le falta muy poco para convertirse en un gran slasher. Y a todos aquellos que no
conocéis el cine de terror australiano, os invito a que os acerquéis a él. Ya
os he traído por el blog algún ejemplo como Wolf Creek (2005) o Rogue
(2007), e irán apareciendo muchas más porque me encuentro en plena fiebre de
terror aussie, jajaja.