Siento haber tardado tanto en publicar una nueva
entrada en el blog, pero he tenido unos días bastante complicados y me hay sido
imposible hacerlo antes. Pero no os relajéis demasiado porque todavía me quedan
varias reseñas y alguna sorpresilla que traeros antes de las vacaciones. Así
que, si más dilación, comenzamos ya con la segunda parte de la crónica sobre
Las 12 horas de cine de terror de Molins
de Rei que se había quedado en el tintero. Para que os hagáis una idea, le toca el turno a
las películas que se proyectaron a partir de las 3.00, una hora muy delicada ya
que después de pasar tanto tiempo sentados, el sueño empieza a hacer estragos
entre los asistentes. Es importante que a estas horas las películas sean
interesantes y con un ritmo trepidante porque si no es muy difícil escapar de
los brazos de Morfeo. Este segundo tramo de la maratón comienza con la cinta sorpresa
con la que nos deleitan cada año y que suele ser una película antigua. Esta vez, como no podía ser de otra manera,
homenajearon al recientemente fallecido Wes
Craven con la proyección de una de sus películas más míticas: Pesadilla en Elm Street (1984). A
continuación, dieron paso a una de las cintas más locas y divertidas del
festival, Deathgasm (2015) y,
sintiéndolo mucho, no pudimos quedarnos a la última película que teníamos
prevista, We are still here (2015).
No sé si fuimos nosotras que calculamos mal los horarios o es que la proyección
iba con retraso, pero el caso es que tuvimos que salir corriendo para no perder
el tren de vuelta a casa. Empezamos con lo que nos interesa:
PESADILLA EN ELM STREET (1984)
Recuerdo que la primera vez que vi Pesadilla en Elm Street fue uno de esos
días de mi pre-adolescencia en los que los amigos nos reuníamos para ver
películas de terror en alguna casa. No la había vuelto a ver desde entonces y
tenía ganas de verla de nuevo para poder así continuar con la saga, que ya
cuenta con, nada más y nada menos, que 8 títulos más.
Un grupo de amigos comparte la misma pesadilla: un
asesino con la cara quemada y que lleva un guante formado por cuchillas les
persigue para matarles. Varios de los jóvenes serán asesinados en sus sueños,
mientras que el resto, no sólo tendrá que hallar la manera de acabar con el ser
que les acecha, sino que deberá evitar dormir
para no ser atrapados por el temible Freddy
Krueger.
La premisa de la que parte Pesadilla en Elm Street fue, y sigue siendo, muy original: un
asesino en serie que mata a sus víctimas en sueños. Como supongo que ya todos
sabréis, Craven se basó en varios
artículos periodísticos de los años 70 en los que se relataba cómo un grupo de
refugiados jemeries habían huido a
EEUU a causa del régimen de Pol Pot
en Camboya y habían muerto tras
haberse negado a dormir, después de haber sufrido unas pesadillas terribles.
Las autoridades denominaron a este fenómeno el “Síndrome de la muerte asiática”
ya que fueron incapaces de hallar una causa que explicase los fallecimientos.
La principal baza con la que cuenta esta película, y en definitiva toda la saga, es su villano,
un asesino bastante original que se salía un poco de lo habitual en aquella
época: homicidas implacables, que no pronunciaban una sola palabra y ocultaban
su cara con todo tipo de máscaras. Robert
Englund tenía que someterse a 3 horas de maquillaje para conseguir la cara
quemada de su personaje y su característico guante de cuchillas fue ideado por Craven tras averiguar que uno de los
miedos primarios común a todas las culturas era el ataque por garras de animal.
Además, el hecho de que Freddy hable
y tenga ese humor tan negro le hace mucho más aterrador que los mudos Myers o Vorguees. Todas estas características tan distintivas contribuyeron
a encumbrar a Freddy Krueger como un
icono del cine de terror.
Lo que siempre me ha gustado de esta película es esa
atmosfera onírica que lo inunda todo y que te hace, en muchas ocasiones, dudar
de si lo que estás viendo es un sueño o la vida real de los personajes.
Craven no sólo tenía una buena historia y un asesino
diferente, sino que también contó con unos efectos especiales brillantes en muchas de las escenas. Porque, ¿quién no recuerda aquélla en la que Nancy es atacada en la bañera? Para su
grabación tuvieron que construir un cuarto de baño y una bañera sin fondo que se situaban
sobre una piscina para conseguir esa escena tan famosa y que podéis ver como
encabezado de esta crítica. Otro de los efectos que me pareció muy curioso es el
perteneciente a la escena en la que Nancy
sube las escaleras y se hunde en los escalones como si estos fuesen arenas
movedizas. Para conseguirlo se utilizó masa para tortitas, así que además de
hundirte también podías degustar un poquito, jejeje.
Supongo
que ya habréis visto esta primera entrega de la saga de Elm Street si os consideráis auténticos horror lovers. Es una de las genialidades que surgieron de la mente
del gran maestro Craven, al que
siempre recordaremos por su gran legado al cine de terror.
Damos paso a la película más gamberra, divertida y
con más litros de sangre de toda la maratón que, como no podía ser de otra
manera, nos llega desde Nueva Zelanda,
jejeje. Desde luego hace honor a su título porque Deathgasm es exactamente eso, un auténtico orgasmo de sangre y
muerte en toda regla, jejeje.
Tras un incidente, Brodie, un chico solitario que tiene una banda de Heavy metal, se
ve obligado a mudarse con sus autoritarios tíos. Poco después conoce a Zakk, otro fan del Metal al que rápidamente
introduce en su banda y con el que encuentra unas partituras musicales con las
que invocan a un ser demoniaco, que empezará a poseer a todo el pueblo. A partir
de ese momento tendrán que dejar de lado sus deseos de fama y tratar de
sobrevivir aniquilando demonios.
La película es bastante divertida, no sólo por la
situación tan absurda que tienen que vivir los personajes, sino por unos
diálogos cargados de humor. El romance también está presente con la llegada de Medina, la novia del primo de Brodie, que pasa de ser una rubia encantadora y
angelical a una auténtica metalera a la que no le temblará el pulso a la hora
de exterminar demonios. Pero si algo abunda en Deathgasm es la sangre y el gore, un auténtico festival de desmembramientos,
hachazos y vísceras.
Jason Lei Howden es el guionista y director de esta comedia gore,
que goza de cierto prestigio en Hollywood
como técnico de efectos especiales en varias superproducciones: El gran Gatsby (2013), El Hobbit: un viaje inesperado (2012) o
Los vengadores (2012). Deathgasm es su primer largometraje y
gracias a su paso por los festivales y al “boca a boca”, se ha convertido en
una de las películas de terror más populares del año. Entre los planes
recientes de este director está escribir el guion para una segunda parte, pues parece
ser que lo que tiene en mente es una trilogía y, además, también quiere
realizar una colección de comics. Por lo que, si todo sale como tiene previsto Howden, tenemos Deathgasm para rato, jejeje.
Los demonios están bastante bien creados, como cabría
esperar de un experto en la materia, y el jefe de todos ellos me recordaba mucho
al demonio rojo de Legend (1985). Otra de las películas que se me
vinieron a la mente con Deathgasm,
fue Demons (1985), precisamente en
la escena en la que el protagonista se pasea en moto entre las butacas mientras
el teatro se convierte en una auténtica carnicería de demonios y espectadores a
ritmo de rock.
Mi desconocimiento sobre este tipo de música, el
Death Metal, es total pero que no me impidió disfrutar de esta película como la
que más. Atención al videoclip que se imaginan los protagonistas porque no
tiene desperdicio alguno. Es una de las
escenas más surrealistas que encontramos en Deathgasm.
En
definitiva, si os gustaron Evil Dead
(1981), Demons (1985) o Braindead (1992), estoy segura de que
esta cinta será de vuestro agrado. Una producción valiente y original perfecta
para un #FrightFriday muy loco con los amigos, en el que no os faltará ni una
gota de sangre porque la utilizaron toda, nada menos que 80 litros, jejeje.