lunes, 9 de marzo de 2020

17 MUESTRA SYFY: VIERNES 6 MARZO


El pasado fin de semana fue uno de los más intensos de mi año cinéfilo, ya que verse 10 películas en tres días, no es tarea fácil, ni relajada. Este año, la Muestra Syfy se ha visto salpicada por la polémica de un público más revolucionado que en otras ocasiones y por comentarios vergonzosos en la sala 3. Como su propio nombre indica, la Muestra Syfy es una muestra de películas, no un festival de cine, que nos trae cintas, muchas de las cuáles se estrenarán próximamente en salas y que no pretende ser nada más que una reunión para la diversión y el disfrute de lo que nos une a todos los asistentes: la pasión por el cine fantástico. Con esto quedan fuera todos los comentarios que critican de manera denigrante a la presentadora, Leticia Dolera, que nos podrá gustar más o menos, pero se merece el mismo respeto y simpatía con el que ella nos trata a nosotros. No quiero ahondar más en este tipo de temas que me parecen lamentables y vamos a centrarnos en cuestiones meramente cinematográficas. 

La jornada del Viernes fue un tanto regular en la Muestra Syfy y, aunque nos lo pasamos bastante bien con el cachondeo y la risas de la sala 1, la calidad de las películas fue un tanto mediocre, salvo por la nueva propuesta de viajes en el tiempo de Aaron Moorhead y Justin Benson.


THE POOL 




El viernes arrancó con la propuesta tailandesa de la Muestra Syfy que nos trajo a la pareja más torpe del mundo. Su escena inicial nos enseña a un hombre que se despierta en una piscina vacía y un cocodrilo le muerde una pierna, para después llevarnos hacia atrás y ver las causas que le han llevado a él y a su novia, a este terrible desenlace. Por poneros en situación, Day, el protagonista, es un adiestrador de perros que estaba grabando un spot publicitario en la piscina y tras quedarse dormido en una colchoneta, un operario ha iniciado el vaciado de la misma, sin percatarse de la presencia del joven. La enorme piscina pública de 6 metros de profundidad, se ha cerrado permanentemente, no cuenta con escaleras, ni con nadie alrededor que pueda salvarlos, el móvil se ha quedado arriba, pero por si esto fuera poco, un cocodrilo que se ha escapado de no se dónde, ha decidido visitarles para darle un poco más de alegría al drama de esta pareja. 

Desde el primer momento queda claro que estamos ante una producción de serie B (pocos personajes, una sola localización), a la que hay que otorgarle algunas concesiones, pero se nos hizo un tanto imposible pasarle tantas. The Pool es una sucesión de situaciones inverosímiles, es las que todo lo que puede salir mal, sale peor, los protagonistas son los más torpes que yo he visto en mi vida y las decisiones que toman no son muy inteligentes, lo que acaba convirtiendo el conjunto en algo imposible de tomarse en serio. Como buena película asiática, también tiene tiempo para un poco de drama que nos hará odiar muy fuerte a uno de los personajes. 

Por cómo empieza la película, parece que el cocodrilo va a ser una gran amenaza, pero nunca había visto a uno que esté más interesado en echarse la siesta, que en hincarle el diente a su próxima cena. Y, menos mal, porque con la torpeza del protagonista y su novia necesitaban un cocodrilo que estuviera al mismo nivel que ellos. Me rió yo de si a estos dos le hubiese tocado alguno de los cocodrilos de la reciente Crawl (2019), no hubiesen aguantado ni medio asalto. El CGI del caimán se dejaba ver mejor en algunas escenas que en otras, pero en términos generales fue bastante aceptable, no como ese niño atrapado en el cuerpo de un perrete, jajajaja.

Una cinta divertida para ver en un Festival de estas características, pero que en el cualquier otro sitio, sería una película de las que acaban enfadando. Es absurdo que nos pasemos 90 minutos viendo un intento tras otro de los protagonistas para escapar de la piscina y que todos ellos sean un fracaso bien por su incompetencia o bien porque era una idea pésima. Así que salvo que queráis ver The Pool con amigos y entre cervezas, no es una película que os recomendaría mucho. 





BLOOD QUANTUM



Para mi la peor película de la Muestra Syfy llegó con esta propuesta canadiense en la que una epidemia zombi asola el país y los únicos inmunes a la pandemia son los indígenas de una reserva india que cercan la zona para que ningún infectado la traspase. Porque una cosa es que no se contagien del virus letal y otra muy distinta que no puedan ser devorados por un no-muerto. Demasiado drama familiar para mi gusto, en el que cada uno cree saber cuál es la mejor forma para enfrentarse a esta plaga y quiere imponer su ley a los demás, provocando los típicos enfrentamientos entre los supervivientes, tan comunes en cine zombi.

Además de una película de zombis, Blood Quatum pretende ser una protesta social ante la situación que padecen los indígenas en esta zona y se hace referencia a que son los olvidados de todo el mundo, incluso de Dios y por eso no están infectados. De hecho, la escena en la que un hombre blanco intenta acceder a la reserva con su hija posiblemente infectada y se produce una disputa entre los diferentes miembros de la tribu sobre si dejarla entrar o no, podría representar todos esos casos en los que las enfermedades que llevaron consigo los europeos que conquistaron América, exterminaron a los sociedades indígenas que no contaban con los anticuerpos para hacerles frente. 

No soy muy amante de la reciente tendencia de las películas de infectados que tienen como trasfondo un problema social que se acaba convirtiendo en algo más importantes que los propios zombis: Retornados (2013)Melanie: The girl with all the gifts (2016) The Cured (2017). La verdad es que Romero hacia lo mismo, pero de una manera mucho más entretenida que te mantenía interesado durante toda la película. En el caso de Blood Quatum, salvo por algún momento puntual a lo largo de la trama y su apoteósico final con el abuelo ninja, no habría mucho más que destacar, salvo el tedio que me invadió la mayor parte de la cinta.




SYNCHRONIC



A media tarde, le tocó el turno a una de las propuesta que más ganas le tenía: Synchronic. Me gusta mucho el universo fantástico que están creando Justin Benson y Aaron Moorhead en sus películas: Resolution (2012), Spring (2014) o The Endless (2017), muchas de las cuáles han podido disfrutarse en la Muestra.

En esta ocasión, tenemos a un par de paramédicos de Nueva Orleans, con un trabajo que les deja poco tiempo para el descanso, que tienen unas vidas bastante desgraciadas. Dennis, al que da vida un siempre inquietante, Jamie Dornan, tiene mujer y una hija adolescente, Briana, pero no es feliz con su vida y vive amargado. Por su parte, su compañero y gran amigo, Steve, interpretado por el superhéroe, Anthony Mackie, no está mucho mejor, vive con su perro y la soledad le está haciendo rozar el alcoholismo. Esta situación no hace más qué mejorar, cuando una serie de extrañas muertes empiezan a salpicar la ciudad, como consecuencia de una nueva droga de diseño de curso legal que tiene el poder de alterar el tiempo de una manera muy peligrosa.

Benson y Moorhead nos adentran en su particular universo caracterizado por las cuestiones existenciales, la soledad y nuestro paso por el mundo y por el de los demás. La droga se convierte en un vehículo para viajar en el tiempo que depende en qué punto haya sido ingerida, para llevarte a un momento del tiempo u otro. Las visitas al pasado son terroríficas y hacen patente lo dura e intolerante que era la vida y lo mucho que hemos avanzado, aunque todavía nos quede un largo recorrido.

El seguimiento de la trama que ya era enrevesada de por sí, ya que pasa de ser un thriller a una película de viajes en el tiempo en su segunda mitad, se hizo más compleja si cabe, debido a que la copia que vimos era un nuevo montaje de los directores, a los que se les había olvidado cambiar los subtítulos y había partes que no tenían. Esto no habría sido demasiado problema si hubiese estado en la tranquilidad de una sala de cine o en el salón de mi casa, pero en la sala de la mandanga fue un poco imposible. Aun así fue una película que me gustó, a pesar de que no la veo tan redonda como The Endless, pero no deja de ser una propuesta arriesgada, valiente, que plantea cuestiones existenciales mucho más profundas que lo que suele ser habitual en el cine de ciencia ficción y nos presenta una bonita amistad entre dos hombres que comparten sus miedos y frustraciones. 




BACURAU



Llegaba al final de la jornada con los ánimos un tanto templados porque ninguna de las propuestas me estaba encantando y el cansancio de la semana ya empezaba a hacer mella en mi, que hubiese necesitado una propuesta tan potente como Train to Busan (2016) o la reciente The Invisible Man (2020) para levantarme. No era ni mucho menos el caso de Bacurau, pero reconozco que disfruté mucho más esta película que el resto de mis compañeros más que nada por el tostón que me había supuesto Blood Quatum.  

En esta ocasión tenemos a un pequeño pueblo en las montañas brasileñas, en el que todos sus habitantes están muy unidos y juntos forman piña ante el corrupto de su alcalde que sólo se interesa por ellos cuando es época de elecciones. Sin embargo los tranquilos habitantes de Bacurau van a tener que enfrentarse a un grupo de yankis que han elegido el pueblo como su particular coto de caza.

A pesar de que Bacurau obtuvo el premio especial del jurado en la pasada edición del Festival de Cannes, tengo que reconocer que no era una película que me llamase excesivamente la atención y que seguramente si no hubiese sido por la Muestra se me hubiese escapado. Es una película que tarda en arrancar, pero cuando lo hace te propone un interesante viaje a través de la lucha de clases, el desprecio a la vida de los demás y la unión de un pueblo frente a la fatalidad. En cierta manera es como si los gestores de Hostel (2005) hubiese decidido salir al exterior y tomarse las mismas libertades para matar inocentes, simplemente por propia diversión.

Una propuesta bastante arriesgada que no será del gusto de todos, pero los que consigan entrar, disfrutarán de su humor descabellado y de un puñado de personajes memorables encabezados por Sonia Braga y Udo Kier.